El otro día me dijeron que me altero mucho. Grito, despotrico, me indigno y resoplo. El primer acto reflejo (tan reflejo como inconsciente) es la negación absoluta.
Pero bien es cierto que no es la primera vez que me lo dicen. Una vez dado el importante paso de reconocer lo evidente, nace en mí una duda existencial por no saber cuál/es son las razones de mi estado alterado en los últimos tiempos.
Por lo tanto, he planteado una hipótesis:
“La causa de mi alteración es de las jubiladas que se compran un perro o que cosen pijamas sin bolsillos”.
“La causa de mi alteración es de las jubiladas que se compran un perro o que cosen pijamas sin bolsillos”.
Voy a intentar refutarla con una serie de variables extraídas de un día de rutina:
Variable 1.Las señoras que crean barreras humanas:
No dejan pasar cuando intentas avanzar. Son capaces de encadenarse por los brazos formando conjuntos de hasta seis yayas consecutivas mientras balancean sus pelucas blancas y te obligan a salir a la calzada así realizando una peligrosa maniobra jugándote la vida cuando has de sortear tres coches, dos bicicletas y el camión del tapicero. Todo ello para llegar a la parada de autobús antes de perder tu medio de locomoción, sin que te haya servido de nada, PORQUE seis señoras que, a primera vista parecen fruto de un “copy-paste”, se te adelantan poseídas por un espíritu endiablado que les susurra: “¡asientos libres asientos libres!” pisoteándote cual colilla mal apagada.
Mi reflexión ante tal fenómeno sociológico es: Si una horda de pensionistas que, aparentemente no tienen nada productivo que hacer, viven a ese frenético ritmo de vida, tú que tienes 23 años (con un Máster de Título Oficial en tocamiento de huevos) deberías plantearte como poco, ser más activo y dejar de hacer la fotosíntesis en bucle.
No dejan pasar cuando intentas avanzar. Son capaces de encadenarse por los brazos formando conjuntos de hasta seis yayas consecutivas mientras balancean sus pelucas blancas y te obligan a salir a la calzada así realizando una peligrosa maniobra jugándote la vida cuando has de sortear tres coches, dos bicicletas y el camión del tapicero. Todo ello para llegar a la parada de autobús antes de perder tu medio de locomoción, sin que te haya servido de nada, PORQUE seis señoras que, a primera vista parecen fruto de un “copy-paste”, se te adelantan poseídas por un espíritu endiablado que les susurra: “¡asientos libres asientos libres!” pisoteándote cual colilla mal apagada.
Mi reflexión ante tal fenómeno sociológico es: Si una horda de pensionistas que, aparentemente no tienen nada productivo que hacer, viven a ese frenético ritmo de vida, tú que tienes 23 años (con un Máster de Título Oficial en tocamiento de huevos) deberías plantearte como poco, ser más activo y dejar de hacer la fotosíntesis en bucle.
Variable 2.Las mierdas de perro:
Me conciencio y vivo una transición a la vida adulta y activa. Acelero el paso (patología que me acompañará de ahora en adelante) y decido ir andando al curso de diseño, en lo que inesperadamente piso una mierda como un castillo que me hace reflexionar mientras mi pie patina grácilmente “por qué algo que huele mal y que sale del culo de un animal da buena suerte”. Te limpias en el bordillo como lastimeramente puedes mientras un autobús repleto de yayas venenosas es testigo de tu triste situación.
Me conciencio y vivo una transición a la vida adulta y activa. Acelero el paso (patología que me acompañará de ahora en adelante) y decido ir andando al curso de diseño, en lo que inesperadamente piso una mierda como un castillo que me hace reflexionar mientras mi pie patina grácilmente “por qué algo que huele mal y que sale del culo de un animal da buena suerte”. Te limpias en el bordillo como lastimeramente puedes mientras un autobús repleto de yayas venenosas es testigo de tu triste situación.
Variable 3.El incumplimiento de las reglas:
Diez minutos después llegas a la academia, dónde te cierran la puerta de clase en las narices cuando pretendes entrar. Abres la puerta en una actitud tímida, como la mama cuando te traía la merienda hace años.
“Lo siento no se puede entrar. Si no sabéis respetar el horario no es mi problema”.
Te indignas, pero claro que, por otro lado piensas: ¿Y qué explico al profesor? Raro es que no te haya dicho: “Lo siento no se puede entrar. Si hueles a cuarto cerrado, te chorrea la frente de sudor y eres un pisa mierda, no es mi problema”. Son cosas ante las que no puedes reclamar, ni nadie puede darte explicaciones. Pasan y ya está.
Así que tras aguantar cinco horas ante una pantalla de ordenador y oliendo ese crisol de fantasía emanante de tu cuerpo, vuelves a tu casa. Cenas, te pegas una ducha, te enchufas el pijama y te tumbas a ver la caja tonta. Es en ese preciso instante cuando escuchas al otro lado del pasillo (nunca tres palabras tuvieron tanto poder destructivo): Baja. La. Basura.
Diez minutos después llegas a la academia, dónde te cierran la puerta de clase en las narices cuando pretendes entrar. Abres la puerta en una actitud tímida, como la mama cuando te traía la merienda hace años.
“Lo siento no se puede entrar. Si no sabéis respetar el horario no es mi problema”.
Te indignas, pero claro que, por otro lado piensas: ¿Y qué explico al profesor? Raro es que no te haya dicho: “Lo siento no se puede entrar. Si hueles a cuarto cerrado, te chorrea la frente de sudor y eres un pisa mierda, no es mi problema”. Son cosas ante las que no puedes reclamar, ni nadie puede darte explicaciones. Pasan y ya está.
Así que tras aguantar cinco horas ante una pantalla de ordenador y oliendo ese crisol de fantasía emanante de tu cuerpo, vuelves a tu casa. Cenas, te pegas una ducha, te enchufas el pijama y te tumbas a ver la caja tonta. Es en ese preciso instante cuando escuchas al otro lado del pasillo (nunca tres palabras tuvieron tanto poder destructivo): Baja. La. Basura.
Variable 4.El fenómeno imposible:
Bajo la basura con mi pijama de Manu Chao intentando una maniobra de esas que son matemáticamente imposibles pero que repites una y otra vez: ¡abres el portal con todas tus fuerzas! ¡Corres a los cubos de basura! ¡Disciernes lo más rápido posible que bolsa va en cada cubo!¡Corres hacia el portal que aún crees abierto por la inercia pero…! y por enésima vez, se cierra. No llevas llaves, tu pijama sin bolsillos no te lo permite. Llamas al telefonillo pero recuerdas que está averiado desde la noche anterior, cuando algún gracioso intentó quemarlo en medio de la madrugada. Diez minutos más tarde la señora del tercero baja en rulos y bata a tirar la basura, salvando la poca dignidad que te queda ese día.
Bajo la basura con mi pijama de Manu Chao intentando una maniobra de esas que son matemáticamente imposibles pero que repites una y otra vez: ¡abres el portal con todas tus fuerzas! ¡Corres a los cubos de basura! ¡Disciernes lo más rápido posible que bolsa va en cada cubo!¡Corres hacia el portal que aún crees abierto por la inercia pero…! y por enésima vez, se cierra. No llevas llaves, tu pijama sin bolsillos no te lo permite. Llamas al telefonillo pero recuerdas que está averiado desde la noche anterior, cuando algún gracioso intentó quemarlo en medio de la madrugada. Diez minutos más tarde la señora del tercero baja en rulos y bata a tirar la basura, salvando la poca dignidad que te queda ese día.
“La causa de mi alteración es de las jubiladas que se compran un perro o que cosen pijamas sin bolsillos”.
Es la única explicación lógica que puedo dar sobre mi estado - en ocasiones - alterado.
Es la única explicación lógica que puedo dar sobre mi estado - en ocasiones - alterado.
Tened en cuenta mi hipótesis si me sufrís en algún momento. Por favor
Jejeje. Hazte varios copias de las llaves y cóselas a tus pijamas...
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