Antes de nada, quiero dejar claro que ésta es mi versión de los hechos vividos entre el 19 y el 21 de este mes. Como la mía, tuvieron lugar unas treinta historias más, que espero algún día se hagan públicas. Por mi parte, comparto con vosotros lo que para mí ha supuesto un punto de reflexión en mi vida: La Despedida de Abel.
¡¡¡Silencio!!!Que llega el novio… Un salón plagado de animalotes ansiosos observan como avanza la pobre víctima con una venda en los ojos.
Es encerrado en una cueva (que inexplicadamente había en la casa) donde comenzaría su calvario y humillación.
“¡Vístete con lo que encontrarás en la bolsa!” Atronaba una voz mientras suena el Carmina Burana y los atizadores echaban espuma por la boca y aporreaban la puerta de aquel cuchitril infecto.
Y cuando las copas desbordaban alcohol y el personal llevaba a lo más alto su estado de excitación, cedieron las puertas…y el resto ya es historia.
“Es la primera despedida en la que todos están borrachos antes que el novio” – sabiamente apreciaba nuestro querido Dj.
Ataviado con la ropa con la que debutó Fofito en televisión, saludaba a sus verdugos sin dar crédito de todo aquello.
El caos se empezaba a mascar cuando los índices de sudoración, ebriedad y sudapollismo incrementaban.
Morales decidió quemar media casa tirándola a la chimenea (nadie entiende su filosofía de que, cuantos menos muebles por medio, mejor).
Por otro lado, una casa destinaba a albergar despedidas de soltero no puede tener ascensor. Debería ser la primera regla a aprender por los que alquilan. Si cuatro personas se meten en esa caja con cuerdas, saltan, gritan, y se rompen la cabeza contra la pared, se para. Y te quedas media hora en un ascensor.
“No pasa nada, tenemos la copa llena”- Ah pues ya me quedo más tranquilo Hugo.
Y sales de allí y como no has tenido suficiente vas y te metes en un baúl, porque ¡qué cojones! ¡Estás de despedida de soltero! La cosa se complica cuando te percatas de que tu grado de masa corporal no te permite doblarte más, y Pedro decide saltar sobre el baúl porque “esto se cierra por huevos”. Cerrarse se cierra, y la mano me sangra. Y como mi madre dice que para las heridas el alcohol es mu güeno, me echo otra copa.
No puedo entrar en mi cuarto… pero qué coño… ¡Qué hacen todos los muebles de la casa metidos en mi cuarto! En ese momento aparece Morales empujando una mesilla mientras me justifica: “¡Joder, no iba a quemarlos todos!”
El tostamiento en la casa es generalizado, y la vejación a Abel se dispara cuando, en ese pueblo perdido de la mano de dios, te encuentras con un comité de hijos de puta que avanzan con la víctima atada de manos, y sin ropa. En polla vaya, (bueno los zapatos de payaso sí los conservaba). Para suerte de los vecinos, marcaban las mil y media.
Al día siguiente sus declaraciones fueron: “No me acuerdo de nada”. Y los treinta sujetos restantes, tres cuartos de lo mismo.
Desde mi cama lo único que escuchaba eran carreras al baño seguidas de evacuaciones de todo tipo. Había que dejar sitio para lo que sería la destrucción total.
La cocina parecía la zona cero. Tenías que ir esquivando cascos de botellas, charcos y borrachos distribuidos sin ningún tipo de sutileza por todo el suelo.
Salgo al patio para despejarme con el aire mañanero y una cervecita. O diez, que dicen que es buena para la resaca. Decido quedarme allí un rato con algunos compañeros de fatigas (básicamente porque era el único lugar de la casa donde no te quedabas pegado). “Estoy fatal”, “qué pasó”, “me duele todo”, “¿Y los muebles?”. Todo era inquietud, pero se agradece que a veces no se reconstruyan los hechos al completo.
Y es que nosotros si montamos una despedida, la montamos bien. Y el novio tenía ropa limpia esperándole para estrenar en su segundo día (titulado “descenso a los infiernos”): Un disfraz de vaca estratégicamente comprado de cuatro tallas menos.
Puesto que no pudimos disfrutar del Paintball debido al tiempo intempestivo días atrás, los dueños tuvieron el detalle de proporcionarnos dos paellas como las de Villarriba. De grandes, porque de sabor era como masticar mierda seca. Al único que le gustó fue a Raulico, del que me permito dudar de su capacidad gustativa tras ver semejante cadáver viviente.
Y tras pacharanes, siestas, póqueres y gañanismo, la tarde empezó a entrar y las ratas de cloaca volvieron a despertar.
Cena en el bar del pueblo animada por las camareras locales (nacieron en Rumanía pero han crecido en ese bar. Literalmente, dudo que hayan salido alguna vez de él). Quien le manda a esas pobres meterse en ese jardín sin flores… bonito desfile de Abelón luciendo tetas de vaca por encima de las mesas y después…
¡¡¡AL PILÓN DEL PUEBLO!!! A ritmo de Semana Santa, los portadores pusieron rumbo a aguas gélidas soportando sobre sus hombros a aquella pobre criatura. Y con ochenta grados bajo cero, cumplió con el ritual (volviendo a casa corriendo para centrifugarse, en polla por supuesto).
Como toda buena despedida, contamos con “estriper” de turno que amenizó el cotarro y que, me imagino que estaría encantadísima de verse rodeada de treinta hombres sudados con la cara en avanzado estado de descomposición.
El ser humano es una máquina impredecible. Esa noche la empresa Brugal tendría que haber construido una estatua de oro macizo en nuestro honor.
El tema se desbordó demasiado, había más alcohol chorreando de las paredes que en toda Asia y Europa juntas. Batallamos en el pasillo al grito de: ¡¡¡¡¡Espartanos!!!!! Mientras los objetos contundentes y el alcohol volaban por los aires desde ambos bandos. A mí me pisaron la cabeza cinco personas creo recordar. Y no podía parar de reír.
A Héctor solo le recuerdo con unas gafas gigantes y una bandera de España atada al cuerpo. Ya está.
Y siguieron las risas, los resbalones, la música, el topedismo, la fiesta y sus muertos. Hasta las tantas de la mañana. No quiero extenderme más.
Al día siguiente en un silencio sepulcral, aparté los cuerpos inertes de Óscar y Pedro y me dispuse a despertar a Raúl por el ritual que acostumbraba en esos días (tirando la puerta abajo). “¡Ya va, ya va!” No podía abrir la puerta de su cuarto, había un armario volcado en su cuarto.
Aquello fue el punto de inflexión: “hay que salir de aquí YA”.
Nos abrazamos a todos como si les conociéramos de toda la vida.
Caious Pupus, El Boa, Mario, Javi DJ, el abuelo, Pablo, el gran Andrés y un largo etcétera de personas que estoy deseando volverme a cruzar en la segunda parte de esta aventura:
LA BODA DE ABELÓN. Que dios le tenga en su gloria.
Actualización: Las malas lenguas dicen que la casa será derribada porque sale más barato volver a construirla. Abel tiene 40 de fiebre y ha ingerido dos lonchas de jamón en las últimas 24 horas. Gracias.
Dedicado con todo mi cariño y un beso en el escroto a: Osclan, Peter, Hezztor, Raulico,Abel y Morales el pirómano.
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